La razón de que la portada de este libro haya sido obra del plástico Martiniano Arce, y su motivo central, un viejo mate retobado en cuajo de cordero, tiene que ver con la amistad.
Martiniano es un amigo de muchos años y me honró con su sentimiento desde entonces. Cuando debí decidir el siempre peliagudo tema de la tapa pensé en él, porqué como el mate, su arte es expresión pura y clara de lo criollo: el filete artístico.
Ese mate, símbolo de lo que espero que el lector encuentre a partir de ese punto, me lo entregó un amigo de la infancia: “El Meco” Castro. Gaucho a carta cabal, “El Meco” es matero de ley, y también amante de sus riquezas. Y este mate es una de ellas, pues si bien humilde, es una pieza muy rara y antigua. Luego de rogativas diversas y estratagemas de todo tipo, accedió a que yo fuera depositario de ese mate bien usado. Ya hacía mucho que no cebaba en él, pero lo había acompañado durante años en su vida de a caballo en la pampa cordobesa. Cuando decidió entregármelo, lentamente fue hasta el lugar donde el matecito descansaba, lo tomó, lo puso en el centro de su otra mano, y muy despacio, como queriendo estar con él un poco más, me lo entregó con la mano abierta, como se lo entrega el corazón a un amigo. |